LA MISERIA DE LAS PRINCESAS
No
traten a las mujeres como princesas...esperarán siempre un trato regio, real:
su incipiente vanidad se convertirá en insufrible arrogancia. Trátenlas como
auténticas mujeres: que sientan el cénit y el abismo del amor, que sientan las
miserias, los esfuerzos y sudores de la experiencia amorosa así como sus
deliciosos efluvios, exquisiteces y refinamientos. Una princesa no es nada
comparada con una mujer: la princesa parte de un supuesto: ella debe ser
reverenciada; la mujer parte de una realidad: el amor es una reverencia mutua.
Ven aquí, princesa, para vestirte de humanidad.
Tienes mucha razón, amigo. Creo que el amor, tanto como proceso bioquímico así como construcción cultural, nos lleva a una apreciación metamorfoseada de la realidad, que al final, termina matando al propio amor y lo más grave, a la libertad del hombre.
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